La gestación y el nacimiento son dos de las experiencias más importantes que tienen lugar en nuestra vida. Lo que sucede entonces queda grabado en nuestras células para siempre. Es nuestra primera impronta.

En las últimas décadas se ha tecnificado tanto el embarazo y el parto que se ha perdido la oportunidad de experimentarlo en su dimensión emocional, vital e incluso espiritual. Se ha convertido en una sucesión de pruebas clínicas donde lo único importante es la salud física de la madre y el bebé pero ¿Dónde queda la salud emocional? ¿Qué hacen las madres y los padres con sus dudas, sus inquietudes, sus procesos internos delante de un cambio vital tan importante como es la llegada de un hijo?

Una de las posibilidades es buscar información. Informarse y conocer bien a fondo los procesos que se desarrollarán durante el embarazo y el parto sienta las bases para disolver gran parte de los miedos  que puedan surgir y nos devuelve la confianza en nuestras capacidades innatas de gestar y dar a luz.  Al informarnos descubrimos que nuestra sociedad nos ofrece infinitas posibilidades de vivir el proceso y nos da la oportunidad de escoger aquella que mejor se adapte a nuestras necesidades y las del bebé.

Nuestro primer hogar: el vientre materno

El neuropsicólogo Eduard Punset  lo dice en su blog: “Si mis lectores me insisten en que les diga cuál es el descubrimiento social más trascendental de estos dos últimos siglos, no tendré más remedio que responder: el impacto insospechado en su vida de adulto de lo acontecido al bebé desde el vientre de la madre.

Los científicos lo afirman: La vida prenatal y la experiencia del nacimiento son determinantes de la personalidad y de las aptitudes de todo ser humano y confirman lo que las madres sabemos desde el principio de los tiempos: que el bebé intrauterino es un ser que siente, oye, toca, reacciona y tiene memoria.  Todas las experiencias que conforman el mundo psico-emocional de la madre son percibidas por el bebé.

Ante las evidencias científicas  tenemos dos caminos: vivir la  gestación de nuestro hijo al ritmo frenético que nos impone de la sociedad del siglo XXI acompañadas del estrés y perpetuando el rol de superwoman o vivirla desde la tranquilidad, el reposo,  permitiéndonos espacios para conectar con el ser que llevamos en nuestro interior, para acariciarlo, mecerlo, sostenerlo, amarlo…  y permitiéndonos espacios para nosotras, para vivir en profundidad ese momento único, sagrado, que como mucho se va a repetir una o dos veces más en nuestra vida.

Si tenemos presente a nuestro hijo desde el mismo momento de la concepción y establecemos una comunicación afectiva con él, estamos sentando las  bases de su futura confianza y seguridad en sí mismo.

Newborn babyDar a luz desde lo femenino

Antiguamente las mujeres daban a luz rodeadas de otras mujeres: madres, tías, primas, hermanas, vecinas, comadronas… Cuando a una mujer le llegaba el momento de parir probablemente había asistido a una media de cuatro partos anteriormente.  Parir era algo natural y pertenecía al reino femenino.

Hoy en día la imagen de los partos que tenemos es la que hemos visto en la televisión o el cine: una mujer en un hospital, tendida boca arriba, gritando, sintiendo mucho dolor y rodeada de médicos, por lo general hombres. En la sociedad del siglo XXI hemos perdido el contacto con lo femenino, con nuestro cuerpo y nuestra naturaleza cíclica y nos enfrentamos al parto con un temor inmenso a que no lo vamos a saber hacer.

¿Cómo podemos trascender estos temores y recuperar la confianza en nuestras capacidades innatas para dar a luz? Informándonos a fondo sobre los procesos fisiológicos, emocionales y psicológicos que tienen lugar durante el parto y buscando aquellos profesionales que nos escuchen y nos transmitan confianza.  Siendo protagonistas de nuestro propio parto en lugar de actrices. Y sobre todo, retomando nuestra naturaleza femenina, reuniéndonos con otras mujeres, compartiéndola, sintiéndola, amándola.

El embarazo es un momento de suma creatividad para la mujer, estamos dando vida, un ser se crea a través nuestro y se transforma, se nutre de nuestra sangre, de nuestra materia, de nuestra energía, de nuestra alma.  El parto es un rito de paso, la llave que abre la puerta de lo desconocido; nos confronta con nuestra capacidad de apertura, de abandono, con nuestra fuerza, con nuestros propios límites, con nuestra confianza en nosotras y en la vida, nos confronta al fin con nuestro propio ego.  Ambas experiencias nos conducen a un viaje interior y a una gran experiencia de crecimiento personal.  ¿No merece la pena vivirlas conscientemente?

Antiguamente las mujeres daban a luz rodeadas de otras mujeres: madres, tías, primas, hermanas, vecinas, comadronas… Cuando a una mujer le llegaba el momento de parir probablemente había asistido a una media de cuatro partos anteriormente.  Parir era algo natural y pertenecía al reino femenino.

Hoy en día la imagen de los partos que tenemos es la que hemos visto en la televisión o el cine: una mujer en un hospital, tendida boca arriba, gritando, sintiendo mucho dolor y rodeada de médicos, por lo general hombres. En la sociedad del siglo XXI hemos perdido el contacto con lo femenino, con nuestro cuerpo y nuestra naturaleza cíclica y nos enfrentamos al parto con un temor inmenso a que no lo vamos a saber hacer.

¿Cómo podemos trascender estos temores y recuperar la confianza en nuestras capacidades innatas para dar a luz? Informándonos a fondo sobre los procesos fisiológicos, emocionales y psicológicos que tienen lugar durante el parto y buscando aquellos profesionales que nos escuchen y nos transmitan confianza.  Siendo protagonistas de nuestro propio parto en lugar de actrices.    Y sobre todo, retomando nuestra naturaleza femenina, reuniéndonos con otras mujeres, compartiéndola, sintiéndola, amándola.

El embarazo es un momento de suma creatividad para la mujer, estamos dando vida, un ser se crea a través nuestro y se transforma, se nutre de nuestra sangre, de nuestra materia, de nuestra energía, de nuestra alma.  El parto es un rito de paso, la llave que abre la puerta de lo desconocido; nos confronta con nuestra capacidad de apertura, de abandono, con nuestra fuerza, con nuestros propios límites, con nuestra confianza en nosotras y en la vida, nos confronta al fin con nuestro propio ego.  Ambas experiencias nos conducen a un viaje interior y a una gran experiencia de crecimiento personal.  ¿No merece la pena vivirlas conscientemente?